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Carrito

La sentencia

La culpa fue de un desalmado dios:

el que creó dos géneros
con sexo.
En el mismo principio de la historia
está su fin.
Nos condenó por siempre a disfrutarlo
otorgándonos a cada uno
una forma diferente de entenderlo
y hasta la incapacidad para sentirlo.
Comisionó a médicos y psiquiatras
para que lo recomienden por saludable
para cuerpo y alma;
básico,
fundamental
para estar vivo.
Y lo hizo placentero
con malicia.
Lo ideó bueno con saña,
para que creara dependencia
y hasta vicio,
nombrándolo
(primer sarcasmo de la historia
del hombre)
pecado capital.
En su creación macabra,
aún no contento,
ordenó que acelerara los latidos,
que hiciera a la piel sudar
y a la boca buscar la boca ajena;
que obnubilara la mente
y revolviera inevitablemente
el corazón.
Eso fue lo más cruel de todo.
Y se sentó a mirar,
ya complacido,
cómo arruinaba el amor
(propio y ajeno)
este placer caduco,
cómo enredaba la vida
de esta raza
que le permite dirigir el mundo
a su capricho.
En el último instante,
con el fin de eludir su crimen
inhumano,
el despiadado dios
nos dio cabeza:
“…y así sólo vosotros seréis
por siempre
los únicos responsables
de vuestros actos”.
En el mismo principio de la historia
está su fin.

La culpa fue de un desalmado dios: el que creó dos géneros con sexo. En el mismo principio de la historia está su fin. Nos condenó por siempre a disfrutarlo otorgándonos a cada uno una forma diferente de entenderlo y hasta la incapacidad para sentirlo. Comisionó a médicos y psiquiatras para que lo recomienden por […]

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